miércoles, 17 de septiembre de 2014

Friends, la serie con la que crecí.


Hoy he sido consciente de que soy un poco menos joven cuando cacharreando por las ondas hertzianas he dado con un avance de programa de cine en el que iban a dedicar un espacio a celebrar el 20 ANIVERSARIO DE LA EMISIÓN DE FRIENDS.

¿QUEEEEEEEEEEE?

Es lo que en ese instante ha cruzado como un rayo por mi cabeza.
Acto seguido he cogido mi portátil, y con más miedo que vergüenza, he preguntado al Oráculo Googleriano por la fecha de emisión del primer capítulo de la serie mientras cruzaba los dedos para que todo lo escuchado en las ondas, fuera producto de los efectos de una mala siesta y no del paso del tiempo, pero... no, no ha sido una mala siesta. Friends se emitió por primera vez el 22 de Septiembre de 1994 en la cadena NBC Norteamericana.

En España (Si no me confundo) comenzó a emitirse en Noviembre de 1997 en Canal+, época por la que el que suscribe estas líneas, contaba con la fantástica edad de 17 Años... (Los puntos suspensivos son para llorar brevemente antes de continuar).



Friends ha sido para mi una de las series más significativas de mi vida, por la cantidad de buenos ratos que me ha hecho pasar (seguro que a muchos de los que estáis leyendo esta entrada os pasa lo mismo), siendo la serie cuyos capítulos he visto más veces repetidos, y no porque la cadena de turno los repitiera sin cesar, sino porque era yo el que buscaba la repetición. Y es aquí donde amigos lectores menores de 25 tacos, debéis de agarraos para no sufrir un mareo... ¿Ya?, ¿Estáis listos?...

NO HABÍA INTERNET, NI USBs, NI NUBES, NI PEPINILLOS EN VINAGRE CONECTADOS POR BLUETOOTH.

Lo único que teníamos en aquel momento a nuestro alcance, era un fantástico aparato de cuatro cabezales con Dolby Surraund, que venía con un mando a distancia del Copón Bendito y cuyo mítico nombre era: Vídeo VHS (No os hablo del vídeo beta porque va a ser demasiada conmoción por esta tarde).

Pues bien, con este invento de los Dioses, y de forma paciente a lo Santo Job y a diario, íbamos grabando capítulo por capítulo nuestra serie favorita, quitándole los anuncios y desarrollando una rapidez como la de Clint Eastwood en la pelis de Leone, para que en cuanto veías que volvía la serie tras los anuncios, darle al Rec y que no te perdieras nada por grabar.

Otro problema que te encontrabas era calcular cuánto ocupaba cada capítulo para ver cuántos entraban por cada cinta de 4 horas, y así no apurar demasiado la cosa y que no te sorprendiera el final de la cinta con medio capítulo por grabar, porque amigos míos, si esto ocurría... te jodía más que si tu colega se ligaba a la chica más guapa del bar esa noche y además tenías que esperar a que repitieran la temporada, vete tú a saber cuando, para tenerlo completo (Estamos hablando en este fatídico caso, de una espera aproximada de un año, como poco).

Por cosas como estas mi generación, la de los 80, valoramos tantíiiiiisimo los avances tecnológicos.

Pues bien, después de este momento de abuelo porreta que demuestra que uno ya no es tan joven, os diré que era tal la afición que tenía por esta serie, que cuando volvía de fiesta los sábados (Daba igual que fueran las dos o las cuatro de la mañana), lo primero que hacía era prepararme un vaso de leche con Nesquik y plantarme delante del televisor para disfrutar de un par de capítulos antes de irme a dormir.

El caso es que cuando veía a aquellos cinco treintañeros Rachel, Joey, Ross, Mónica y Phoebe, veía muy lejano ese tipo de vida y esas situaciones resulta que ahora son las mías y las de la gente que me rodea. (Sí incluso en las situaciones más cómicas, aunque gracias a Dios aún no he tenido que mearle a nadie en la pierna para aliviarle el dolor de una picadura de medusa).

Por eso después de tanto años y diez temporadas, puedo decir que crecí con Friends.

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